Mientras predicaba en un evento juvenil pregunté a la multitud si había alguien que aún no conocía a Jesús.
El que menos barrió con mirada asolapada tanto a su derecha e izquierda. Incluso varios se doblaban para divisar detrás de sus filas. Por unos segundos todos los presentes querían encontrar a algún sospechoso de no frecuentar la iglesia para llamarlo a pasar adelante.
Conocer a Jesús
Entonces irrumpí con otra pregunta: —¿Todos aquí ya conocen a Jesús?—. Para estar más seguro pedí que levantara la mano todo aquel que ya conocía a Cristo. Casi todos pusieron la cara de salvos y levantaron la mano.
Volví a irrumpir con más preguntas, pero esta vez guiñando mi ojo izquierdo y exhibiendo una mueca de incredulidad: —¿Están seguros que ya conocen a Cristo?
¡Amén!, decían unos. ¡Gloria a Dios!, decían otros.
Uno de por allí balbuceó que tenía una relación con Dios por medio de Cristo. ¡Para qué lo dijo! A los pocos segundos todos se contagiaron de la misma respuesta en sus labios.
Conocer la Biblia
Continué mi mensaje preguntándoles cuál era la única manera de saber cómo es Dios; qué ama, qué odia, qué quiere, qué piensa, etc. Allí sí, todos respondieron lo mismo. Unos, levantando sus Biblias; otros, afirmando con los labios, y todos, asintiendo con la cabeza.
Hice una eterna pausa de 5 segundos para tomar aire y tragar saliva. Suficiente tiempo como para hacerlos creer que me estrellé con un auditorio de la horma de mis zapatos.
Proseguí, pero esta vez marcando el paso con mi cabeza al ritmo de cada sílaba de lo que decía: —¿Podrían afirmar categóricamente que, todos los que sacaron 20 en la pregunta anterior, se han devorado toda la Biblia, de ida y vuelta, incluido mapas, índices y pasta?
Para acentuar la preocupación interior que se delataba en sus miradas, continué con gesto cachaciento: —Si dicen tener una relación con Dios, y todavía «relación personal», ¿entonces debo asumir que todos aquí entienden perfectamente a los profetas menores, se tutean con Pablo y se pasean magistralmente por el Apocalipsis?
Quería confrontarlos aún más, así que les pregunté a qué Dios adoran. Ni bien escuché que alguien respondió «al verdadero», les dije que todas las religiones dicen lo mismo. Volví a preguntarles a cuál Dios acaban de derramarle sus lágrimas antes que yo pase a predicar. Un chistosito de por allí dijo «a Dios con d mayúscula». Otro más serio dijo «al Dios único y verdadero». Mi sufrimiento escénico crecía esperando una respuesta satisfactoria, hasta que alguien del fondo dijo «al Dios de la Biblia».
¡Uff… se me desaceleró el corazón!
La imagen que adoras
Antes de que mi auditorio se sientan ya graduados, les pregunté si era posible tener una imagen exacta de Dios sin leer la Biblia. Para inyectarlos de más preocupación les pregunté: —Porque saben un versículo por aquí (Filipenses 4:13) y otro por allá (Jeremías 33:3) y algo de Salmo 23, ¿podrían decir que es suficiente para saber quién es y cómo es Dios?—. Para ayudarlos a responderse les repregunté: —¿Por haber memorizado un par de frases de tal o cual novela, ya podrían afirmar que conocen la «obra del autor» y al «autor de la obra»?
Ya te imaginarás del ánimo colectivo que inundó el ambiente.
Entonces —y antes de aliviarlos con esperanza—, puse la cara de preocupado y les dije: «Es posible que tengamos una imagen falsa del único y verdadero Dios, y nuestra relación personal sea con esa falsa imagen, y nuestra adoración dominical sea a esa falsa imagen».
Finalmente
Como soy un predicador de esperanzas, exhorté a cada uno a tomar la decisión de leer la toda Biblia. Y para no leer todo Salmos la semana que viene y no leer nada el resto del año, les aconsejé —y te aconsejo— que sigan un plan de lectura anual de la Biblia, que en casi toda Biblia impresa está al final o al comienzo. A los más cibernéticos, los invito a entrar a heroes21.org/lba y servirse de las instrucciones para llevarlo acabo. Solemos decir los evangélicos que lo nuestro no es una religión, sino una relación con Dios, y relación personal. Pero si no recurrimos a la Biblia con devoción, lo que estamos cultivando es una religión.