Todos llegamos a ser confrontados por inquisidoras preguntas de la vida, que ponen en tela de juicio nuestras creencias más profundas. Sucede por lo general al final del turismo de la vida; justo cuando pensamos en la trascendencia de nuestra existencia.
Terremoto filosófico
Claro, cuando uno no busca trascendencia a lo que es y hace, todo es bonito. Pero ni bien nos hacemos (o nos hacen) agudas preguntas, un terremoto filosófico ocurre en nuestra cabeza (con epicentro en el corazón), abriéndose desconocidas brechas que exigen respuestas contundentes: ¿Por qué vivir? ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Hay algún motivo digno por el cual despertar mañana? ¿Cómo sé que esto al cual llaman bueno? ¿Qué es bueno? (Heb 12:26-27).
Momentos como éste, o perfeccionan nuestras pequeñas convicciones (o las destruyen). Y finalmente nos otorgan una filosofía de vida, es decir, un cúmulo de “respuestas” en forma de ideas, conceptos y teorías sobre las cuales basaremos nuestra existencia.
Acercamiento filosófico
La historia de la humanidad es la historia de la búsqueda de una filosofía de vida. Los más perversos redujeron a “cosa” (materialismo) todo lo que les rodea, incluyendo al ser humano. Los más sinceros hicieron del hombre y su bienestar (humanismo) su meta suprema. Y los cristianos, relacionaron al hombre con su ambiente, pero a partir de su relación con Dios.
Sobre la base de estas premisas se construyeron un sin fin de respuestas, no sólo de aspecto pensativo y reflexivo, incluso de formas y fondos, y así dar sentido, propósito y orientación a las relaciones interpersonales, disciplinas académicas, modelos económicos, tipos de gobierno, etc.
Debilidad filosófica
Pero sabes, toda filosofía sin el elemento eterno pronto se cae; no porque las preguntas de la vida son mortales, sino porque tal filosofía es débil. En castellano, porque presenta respuestas o incompletas, o distorsionadas o pervertidas. Incompleta, es decir respuestas pocas, débiles y parciales. Distorsionadas, es decir respuestas equivocadas, oscuras y prejuiciadas. Pervertidas, es decir respuestas tergiversadas, egoístas y maquiavélicas.
Cuando una filosofía tiene contenido eterno, sus respuestas son superiores, vitales y profundas. ¡Oh, cuánto me encanta el aspecto filosófico del cristianismo! ¡Es uno de mis tesoros!
Estructura filosófica
Una estructura filosófica por lo menos debe tener cuatro columnas: razón, propósito, motivación y guía.
Razón, porque “el que no tiene una razón para morir, no tiene razón para vivir”. Propósito, porque “el que va a varios lugares no va a ninguna parte”. Motivación, porque “la motivación es la gasolina de la vida”. Guía, porque hay un mapa del tesoro de la vida, y la cuestión es encontrarlo (las citas en comillas no son mías).
La propuesta filosófica bíblica presenta a (a) Cristo como la razón de tu vida; (b) el servicio como el propósito de la vida; (c) el amor como la motivación en la vida; y (d) la Biblia como el mapa del tesoro de la vida.
Yo conocí un joven cristiano, cuya devoción se agotó conforme no podía responder (o no podían responderle) a las preguntas de la vida que por ese entonces atravesaba. Después de levantarse cual pájaro herido conversó conmigo y me contó su historia. Y sabes, yo comprendí lo que le pasaba porque yo también estuve dos veces en ese desierto, a cuyo final escribí lo siguiente:
Busco una razón para mi vida,
que me motive cada día.
Busco un propósito para mi vida,
que me despierte cada día.
Busco un motivo para mi vida,
que me refuerce cada día.
Busco una guía para mi vida,
que me asegure cada día.
Conclusiones
Qué triste es vivir sin una filosofía de vida, pero más triste es morir habiendo abrazado una falsa filosofía de vida.
Un paréntesis: También deberíamos tener una filosofía de ministerio: es decir una misión que cumplir, una visión que lograr, una estrategia que emplear, y unos valores que defender. Y claro, Dios quiere darnos, obviamente si le buscamos (Jer 33:3).