Crecí en un contexto pentecostal de los 80 y 90. En los tiempos que se enseñaba a no «juzgar a nadie», mucho menos a los líderes espirituales.
Sugerir una corrección, era sinónimo de juzgar.
Pedir una explicación, también: juzgar.
Imaginar que algo podría estar mal; peor: juzgar malvadamente.
Testimoniar sobre un pecado visto con tus ojos; no importa, es una forma de juzgar.
Al pasar los años, y leer en las Escrituras que una cosa es «juzgar» y otra «juzgar a alguien» y otra «juzgar con justo juicio», vi que el resultado de una mala enseñanza fue una generación privada de pensar críticamente.
Por ello, la mAxima # 23.