mAxima # 67

Caso 1: Invité a alguien a predicar a nuestra iglesia, y predicó sobre el perdón. Al final, alguien se me acercó —casi recién llegado a la iglesia— y me dijo: “Pastor, perdóname si le he ofendido”. Como no recordaba ninguna ofensa, inmediatamente respondí: “Si hay algo que perdonar, le perdono”.

Caso 2: Ocurrió algo en casa, y lo arreglamos perdonándonos todos. Pero en la noche, me llama mi padre para pedirme perdón. Inmediatamente respondí: “No tengo nada de qué perdonar”, y me cerré con: “No hay por qué pedir perdón”.

Análisis: En el caso 1, debí responder lo que respondí en el caso 2, pues ni tuvo tiempo para ofenderme. En el caso 2, si mis respuestas fueron razonables, entonces estaría admitiendo que son perfectos. ¿Pero, realmente son perfectos? Además de falta de razonabilidad, podría estar incurriendo en idolatría.

Me metí en una laberinto, pero salí con la siguiente mAxima #67

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