Un adolescente me compartió su enorme frustración al observar que muchos de los que habían asistido a la escuela dominical ahora estaban en el bando de los mundanos. Quería que le explique sobre cómo es posible que alguien deje la dulzura del evangelio por la resaca de la discoteca. Le interrumpí preguntando por su tiempo en la iglesia. Me respondió rápido que eran año y medio, y prosiguió con su juro y perjuro que jamás dejaría los caminos del Señor.
Tenía una respuesta en mi cabeza, pero no quería aguarle la fiesta del primer amor.
Ya había vivido lo suficiente como para entender a los dos bandos. Ya había visto casos muy similares como para dar mis recomendaciones.
Vino a mente la muchedumbre de testigos el día de mi bautismo en agua y sus caritas de compasión por un imberbe enrumbado en la carrera más difícil de la vida. También recordé el día fui admitido a la universidad después de varios fracasos, sin pensar que me esperaba lo peor: terminar la carrera.
Unos días después emergió de mi corazón mi primerísima mAxima:
Los siguientes meses y años prediqué este mensaje en distintos eventos juveniles en todo el país. Sin duda, es un mensaje para todo joven.
Pregunta: ¿Qué cosas has empezado que ya deberías terminar?