Tan amado fue mi padre por su suegra, que: 🌟
Cuando lo visitaba por semanas, su principal misión era lucirse en la 🍲 cocina, pues sin buena comida es imposible agradar al yerno. —¡Qué rico cocinaba, mi abuela!—.
Cuando se sentía atormentada por demonios, reprendía al 👿 shapshico a viva voz, y con una amenazante «¡por si acaso, soy suegra de Justo Llecllish!». —¡Lo idolatraba?—.
Cuando le dirigía palabra alguna, jamás lo tuteó, menos lo cuestionó. Siempre lo llamó con suma reverencia «don Justo». —🙌 ¡Qué suegra tan respetuosa!—.
Cuando le tiraba 💐 flores, siempre lo refería, cariñosamente, como «mi corona». —¡Nunca entendí este halago—.
Yo crecí con esa imagen de relación suegra-yerno acuñada en el cerebro.
Quizá por ello no fluyo en chistes de suegras cuando predico. Hasta llegué a pregonar 🗣️ «Yo amo a mi suegra» como contra revolución a tanta agresión y burla desde los púlpitos. —Mi esposa me consuela con «mi mamá te habría amado mucho»—.
¡Bienaventurado el yerno que se gana a la suegra, y bienaventurada la suegra que se gana al yerno!
Un comentario
Usted es la respuesta de Dios a la vida de la hija de Doña Suegrita. Gracias muchas por reivindicarlas