Vi a un provincianito ganar el concurso de canto de un pequeño programa de televisión nacional. Inmediatamente, pensé que le esperaba la gloria y fama. —¡Pero no!
Ni bien apareció otro programa, a toda vista más prometedor, se inscribió, pasó los filtros, deslumbró, y ganó la competencia. Pensé que se mudaría al firmamento. —¡Pero nada!
Entonces llegó otro programa, dizque franquicia internacional. ¿Y saben qué? También se inscribió, brilló, casi ganó. Pensé que ahora sí se abriría camino hacia el infinito. —¡Pero nada que ver!
Ahora que puedo ver en retrospectiva, y viendo triunfar al cuarto puesto del primer concurso en mención, concluyo que mayor es ser un ganador que ganar un concurso.