Rubén Sánchez: «Un músico que con su arte adora a Dios en cualquier escenario»

Hablar de Rubén Sánchez es hablar de rock cristiano made in Perú. Cuando lo escuché por primera vez en Campo de marte —allá en los años 90s— rockeando como Jezreel, el rockero que llevo en el corazón fue salvo.  Para cuando llegó el 2000 y no llegó el fin del mundo, a pesar de su roncona voz, se consolidó —para mi gusto— como el director de alabanza favorito de los eventos juveniles en el Perú. En la siguiente década se distinguió como un músico que no solo sueña con grabar su próximo disco o tocar en las más grandes tarimas de la galaxia, sino con hacer de discípulos de Jesús en el contexto de una iglesia local —Campeones para Cristo, en ese entonces—, para luego transicionar al rol de pastor «fundador» de la Iglesia Camino.

He aquí mi conversa con Rubén

¿Te identificas mejor como músico o pastor?

En estos momentos como pastor. La pandemia me llevó a tomar esa decisión para reflotar la iglesia que quedó afectada.

¿Saliste de la onda de salmistas y/o adoradores?

Me considero un adorador y admito que la palabra “salmista” no me gusta. Creo que te encasilla y etiqueta. Soy un músico que con su arte adora a Dios en cualquier escenario.

Un día dijiste que “adorar no tiene nada que ver con cantar”. ¿Qué querías decir? ¿Qué quieres decir ahora?

Es cierto. Es que la adoración no es exclusiva de los músicos o cantantes. La adoración es la manera en que expresamos nuestra pasión por Dios.

Todos estamos llamados a relacionarnos con nuestro Creador. Esa relación produce emociones, sentimientos y convicciones que, cuando la exteriorizamos, la expresamos a manera de adoración. Así que todos deberíamos ser adoradores de Aquel que nos tiene cautivado el corazón.

¿Cómo has resuelto la dicotomía música cristiana y secular?

Hoy más que nunca notamos esa dicotomía. La iglesia en fu afán de ser “relevante” se ha enfocado en ella misma, dejando de ser un faro de luz en la oscuridad. Estamos más enfocados en potenciar programas y reuniones, mirando solo lo que ocurre dentro de nuestras cuatro paredes, que en ganar al mundo que está afuera. Y eso se nota en la música también. Ya no vemos bandas en festivales seculares impactando con su vida y mensaje el mundo de tinieblas. Yo por mi parte seguiré anunciando a Cristo en todos los escenarios posibles, así me tilden de mundano.

¿Cuál es la conciencia espiritual de un cristiano tocando en una banda secular?

La de luz en las tinieblas, ya que el cristiano verdadero no puede evitar ser luz. Tiene a Cristo en las venas y su mensaje lo emana por los poros. Lo más poderoso es que lo hace sin darse cuenta. Es verdaderamente libre. Esa libertad impacta. Renunciemos a la idea monástica de ver el “mundo” como el lugar del que hay que escapar al lugar que debemos transtornar. Si el temor es que el mundo influencie a nuestros músicos, la solución es el discipulado. Enseñemos a nuestros músicos a verse como lo que son: hombres con el poder del Espíritu Santo para ser testigos.

¿Cuál es el mayor desafío al discipular músicos en el contexto de iglesia local?

El ego. El músico cuenta con un talento público que lo expone y eso podría sabotearlo. Le puede hacer creer que ese don es suyo, olvidando que solo es portador de la gracia de Dios. En el discipulado saneamos ese conflicto, al establecerlo en Dios, su Palabra y la Iglesia. Le recordamos que Dios lo dotó con esa capacidad para la extensión de su reino dentro y fuera de la iglesia, pero sin apartarlo de ella.

Marcos Witt escribió el libro ¿Qué hacemos con estos músicos? ¿Cuál es tu respuesta como pastor-músico o músico-pastor?

No he leído ese libro. Pero como pastor y músico que soy puedo decir que no hay bendición más grande que discipular músicos que ponen su don en las manos del Señor, ya que proporcionan excelencia. No hay duda que Dios se mueve en la excelencia.

Entender que el músico es una persona y no un “talento”, proporcionará empatía y misericordia necesarias para discipular su vida, como cualquier otra. Vine a mi memoria las palabras de Cristo a Pedro: «¿Pedro me amas? ¡Pastorea mis Ovejas!». Y pienso: ¿En qué momento el músico dejó de ser persona? Así que amemos a nuestros músico que son una bendición.

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