Teníamos que recoger la visa de residencia de mi esposa, así que pasamos de Arequipa a La Paz (Bolivia). Nos embarcamos en bus el día 28, 7am, y desde ese minuto nos enfrentamos a una serie de peripecias que modificaron radicalmente toda intención de crucero al paso.
Llegamos a Desaguadero a las 5pm, y los de migraciones de Bolivia nos trataron tan bien, que nos remitieron a Puno a pedir visa (recién nos enteramos que los guatemaltecos sí lo requieren). Era sábado, por tanto regresamos a Puno y esperamos hasta el lunes 31 para dirigirnos al consulado bolviano en Puno. Recibimos la visa a las 11am y nos fuimos rumbo a Desaguadero y enseguida a La Paz. Ya eran las 6pm y nos alojamos en un modesto hotel. El administrador se portó tan bien que omitieron poner toallas y jabón en nuestra habitación. Les reclamé santamente, y me dijeron que no tenían. «Se supone que el servicio incluye toallas y jabón», les pregunté sarcásticamente. «Si incluye», me respondieron. «Pero en este momento no tenemos; será para la próxima».
Al día siguiente (martes, 1 de agosto) nos fuimos al consulado peruano en La Paz y nos atendieron con tanta cordialidad que ni viendo la fecha de retorno en nuestros tickets Arequipa-Lima (agosto 3, 4:30am) entendieron la urgencia. Nos dijeron: «Si salían de La Paz a Lima, sí les emitíamos la visa para esta tarde. Regresen mañana, por favor». Resignados nos fuimos a una cabina de internet para posponer nuestra salida Puno-Arequipa (del miércoles, 8:30am, a 8:30pm del mismo día). Sólo me pasé 20 segundos, y me cobró terca e inmisericordemente por 15 minutos.
Amaneció miércoles (2 de agosto), y a las 9am ya estábamos en el consulado peruano recibiendo la respectiva visa, y a las 10am embarcándonos a Desaguadero, y a las 12am rumbo a Puno. Almorzamos en Puno, paseamos hasta el cansancio por su famosa peatonal, fuimos a una cabina de internet para trabajar un poco, nos tomamos un capuccino, caminamos otro poco, y llegó las 8pm. Media hora después ya estabamos en la terminal, y subiendo al bus rumbo a Arequipa.
Este tramo fue una experiencia de película. Habíamos pagado 35 soles por ticket y nos dijeron que incluía traslado a la terminal, y bus directo full equipo. Primero; nos subieron al taxi y «adiós». Tuvimos que pagar el taxi. Segundo; nos dieron un bus año 80, con asientos pidiendo compasión, ventanas que se abrían solas, y parando cada vez que algún pasajero de ruta levantaba la mano. Para confirmar mis sospechas pregunté a los otros pasajeros cuánto les habían cobrado, y dijeron «diez soles». «De razón», dijo mi esposa. «No importa cuánto nos hayan cobrado; lo importante es que nos den lo que prometieron», dije yo enojado. Busqué mi celular para hacer un par de llamadas, y sorpresa: ¡no tenía ningún celular! Me habían robado, o lo había perdido, prefiero pensar que lo dejé de herencia en algún lugar de Puno.
Llegamos a Arequipa a las 2am, y tomamos un taxi rumbo a la iglesia anfitriona de Parakletos. Allí nos esperaba un hermano con nuestra maleta más grande en la puerta. Vaciamos lo que llevábamos en el maletincito que nos prestó un arequipeño y al instante nos fuimos al aeropuerto, que nuestro avión salía a las 4:30am.
Abordamos el avión a las 4am, y procuré ejercitarme en sueños de calidad. El vuelo a Lima duraba 70 minutos, y tenía que predicar a las 10:20am en Invasión Vida.