Cada ser humano viene a este mundo para cumplir un destino. Su máxima realización será descubrirlo y cumplirlo; su peor frustración, no vivir por ello.
Dios ha planeado un destino para mí
Antes que nuestros padres nos conciban, ya estábamos en la mente del Señor. No como ante-proyectos por aprobar, sino como criaturas venidas para cumplir un destino específico (Jer 1:5; Is 49: 1; Gál 1:15).
El destino general del hombre lo encontramos en Génesis, que en forma imperativa dice: fructificad, multiplicaos, llenad la tierra y sojuzgada, y señoread (Gén 1:28). Fue dada en un lenguaje de sociedad agrícola, que muy bien podría traducirse así: “vigila que tus plantíos den fruto, cuyas semillas te servirán para multiplicarlos. Llena la tierra de esos plantíos. Tú puedes explotar (sojuzgar) la tierra; pues eres su señor”. En el lenguaje de sociedad del conocimiento, el imperativo sería: “Sé un hombre de proyectos. De tu experiencia en su desarrollo y ejecución, concebirás otros proyectos más. En varios puntos estratégicos de tu país y del extranjero, ejecuta esos mismos proyectos. El planeta tierra te ha sido dado para eso”.
¿Has comprendido el destino general de Dios para el hombre? De tu comprensión de él, dependerá que comprendas tu destino específico.
Sabes, no tenemos que fabricar nuestro destino específico. Dios ya lo tiene planeado. Nuestra parte es: descubrirlo y cumplirlo.
Yo he nacido para ese destino
Sean cuales fueren las circunstancias de tu concepción, tú haz nacido para un destino. Seas producto de una violación, o hijo no deseado, o concebido por amor, eres herencia de Jehová (Sal 127:3); por lo tanto, nacido para cumplir un destino. Mas para que lo conozcas, tienes que nacer de nuevo. Caso contrario, dañarás a tus semejantes.
Toda persona tiene todo el potencial para cumplir el destino general de Dios para el hombre. Si no ha nacido de nuevo, su potencial de servir a la raza humana lo llevará a servirse de ellos; su potencial de expansión y extensión, a violar los derechos de sus semejantes; su potencial de éxito, a explotar a sus colaboradores; etc.
El Señor me ha elegido para ese destino
Desde hace un par de décadas, el diablo viene desarrollando un malévolo plan para destruir a la juventud. ¿Cómo? Tergiversando lo “bueno, en gran manera” para el hombre, como la música y el sexo; y creando sustitutos para su realización, como las drogas, el pandillaje, etc. Y ahora, lo que se ha propuesto es destruir a nuestros niños, infiltrándose en los dibujos animados y en toda la juguetería infantil. ¿Por qué? Sencillamente porque lo peor que puede ver es “hombres y mujeres cumpliendo el destino para el cual nacieron”.
Lo que está haciendo el diablo no debería intimidarnos. Si tú haz nacido de nuevo, el que vive dentro de ti, Jesucristo, es “n” veces mayor que el diablo. Hace 20 centurias lo venció en la cruz del calvario, por ti y por mí; por lo que eres más que vencedor. Y porque ha prometido estar contigo hasta tu último respiro, el diablo no podrá contra ti. Y por si fuera poco, decenas de ángeles están en guardia para protegerte y servirte. ¡En Cristo, y con Cristo, cumpliremos nuestro destino!
El Señor le dijo a Jacob, en un momento incierto y crítico, que lo guardaría con vida, por cuanto él sería padre de miles y miles de personas (su destino), en quienes, como pueblo, revelaría su poder, sabiduría y gloria. Y selló esa promesa, diciendo: “yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera fueres… porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” (Gen 28:15). ¿Por qué? ¡Porque Jacob fue elegido para ese destino! (Is 41:9).
Sí, la promesa de Dios es ésa, y la parte del hombre es no reposar ni dar tregua al Señor, hasta que suceda lo que tiene que suceder (Is 62:6-7). Si no haces tu parte, no verás tu destino realizado ni en un mínimo porcentaje. Ejemplo: Sansón; Saúl.
Yo debo prepararme para ese destino
Desde que salimos del vientre de nuestra madre, el Señor viene preparándonos para cumplir nuestro destino. Usando a las personas y cosas y circunstancias que nos rodean lo viene haciendo; incluso valiéndose de nuestros errores negligentes e inteligentes. ¿Te has dado cuenta?
Pero, también, tenemos nuestra parte en nuestra preparación.
Hablemos de la preparación intelectual. Los expertos dijeron hace varios años que para enfrentar el inicio del 2000 nos era necesario tener una carrera profesional, hablar inglés, y saber usar una computadora. Y lo que necesitaremos para el 2021, según ellos, será: alta capacidad administrativa, coeficiente intelectual de inventor, y un alto sentido de moral.
Hablemos de la preparación espiritual, y formación de carácter. Hay una manera bíblica de preparación enterrada en la historia: de uno a uno. ¿De quién salió Josué? ¿Eliseo? ¿Timoteo? ¿Dijeron nosotros mismos nos prepararemos? ¿Qué institución los preparó?
Tenemos que reconocer que alguien nos tiene que ayudar para alcanzar nuestro destino. Y tenemos que entender que la única manera para que nos ayuden es si nos sujetamos y les obedecemos. ¿A quiénes? A nuestros padres: biológicos, espirituales, y ministeriales.
Para salir adelante, tenemos que cultivar una mentalidad de destino: saber que Dios ha planeado un destino para mí y, que, yo he nacido para ese destino; saber que Dios me ha elegido para ese destino y, que, debo prepararme para cumplirlo.