Lima como sentimiento

¡Qué difícil es encontrarse con un limeño de verdad!

En más de tres décadas residiendo en Lima, apenas he conocido a un limeño de verdad; o sea, hijo de padres limeños; abuelos, limeños; bisabuelos, limeños; tatarabuelos, sospecho, españoles.

Ni los choleadores son limeños. Habrán nacido en Lima pero sus padres son serranos o selváticos. Ni los discriminadores son limeños. Habrán nacido en Lima, pero sus padres o abuelos migraron de otro continente.

No digo que haya que tener sangre limeña para cholear y/o discriminar. Si alguna vez existió sangre limeña, hace mucho rato que la migración nos convirtió en todas las sangres.

Yo soy migrante. Tú eres migrante. Él es migrante. Nosotros somos migrantes. Ellos son migrantes. Ustedes son migrantes.

Mi abuelo migró a su hijo de Mancos a Caraz, buscando futuro. Mi otro abuelo migró a su hija de Aija a Huaraz, buscando futuro. Mis padres, me migraron de Caraz a Lima, buscando futuro. —Y muy probablemente, yo querré migrar a mis hijos a otro continente… ¡buscando futuro!—.

Cada vez que mi madre habla de su terruño, cariñosamente la llama «mi Caraz», con el derecho de haber hecho patria allá más de las tres cuartas partes de sus 80 y pico de años.

Ella es una caracina de corazón, de sentimiento. Al igual que yo, de Lima.

¡Feliz día, Lima, gracias por adoptarme!

Deja un comentario