Casi no existe creyente satisfecho con su vida de oración, y tengo la sospecha que es más un problema de concepto de oración que la oración misma. Déjame explicarte.
Cuando se enseña al nuevo creyente a orar, se le dice que «orar es hablar con Dios», y para que nos entienda perfectamente hacemos la siguiente distinción:
* En la Biblia, Dios me habla.
* En la Oración, yo le hablo a Dios.
El problema de esta definición por hecho es que no revela una «relación», o en todo caso una relación mecánica y comercial.
Una relación mecánica: Yo, aprieto un botón, y le hablo al Señor, y luego suelto el botón. Enseguida el Señor aprieta su propio botón y me habla, y luego suelta el botón. Otra vez yo aprieto el botón y hablo; y así sucesivamente hasta terminar el diálogo.
Una relación comercial: Yo le envío un oficio al Señor, y al instante recibo una respuesta por escrito, positiva o negativa.
El otro problema de esta definición por hecho es que conlleva a 3 estilos de vida cristiana:
* Biblia – Oración = Espiritualidad imposible
* Oración – Biblia = Espiritualidad comercial
* Biblia + Oración = Espiritualidad mecánica
¿Qué propongo? Definir, y si quieres, diferenciar, por su naturaleza:
* Biblia, es la Palabra de Dios al hombre; es decir, Dios mismo.
* Oración, es tu palabra a Dios, es decir, tú mismo.
La maravilla de esta definición es que revela nuestra comunión con Dios.
Por lo tanto, llego a 2 conclusiones:
* Es imposible leer la Biblia sin orar.
* Es imposible orar sin leer la Biblia.
Sólo así puedo tener comunión con Dios.