Supe de Las Crónicas de Narnia después de expectar en pantalla grande la archi publicitada primera entrega de Disney, El león, la bruja y el ropero. El cronista era mi hermano C. S. Lewis, por lo tanto, imperdible al cuadrado
Ahora acabo saborear la versión escrita, y me resultó más interesante aún. Pude masticar la historia, caminar en plena digestión, y resaltar sus detalles proféticos (anuncio de Jesucristo).
C. S. Lewis no sólo fue un gran cuentista; fue un «cuentista con propósito» (anunciar a Cristo y su obra redentora, sin parecer religioso). Los cuentistas cristianos aún de pie debemos aprender esto.